domingo, 6 de junio de 2010

El elefante se despereza

Se depereza, pero no mira a nadie con el rabo del ojo, ni con el ojo de rabo. Tal vez necesite de un tiempo para ponerse de pie. Por ahora abre sus ojos.

Somos un país de tierra fresca donde nos podemos plantar

Juan David Ruiz Montañez




Recuerdo su barba, su guayabera y su bastón como parte de un decoro sensacional que duró toda su vida. La verdad es que tengo pocos recuerdos de Ruiz-Guevara, y tal vez por ello, me considero de sus nietos, uno de los mas capaces de describirlo con ojos de niño. Gocé de la dicha de ser consentido simultáneamente por un abuelo, padre y maestro ejemplar. Maestro en el sentido de esos sabios que llenan de ernergías el silencio de quien los oye y mira a la vez.


Para mi, fue y lo será cada día mas un héroe, un capitán desenfrenado de lecciones e historietas, una sonrisa y una carta abierta a la familia. Identificarme con las maravillas del mundo de Ruiz-Guevara es obligatoriamente reconocerme como seguidor de sus legados.


A veces, lo imagino como un niño, como un niño travieso que lleva la batuta del juego colectivo. No necesariamente es el más fuerte de la camada, pero sí el más inteligente. Lo veo pasar de un lado a otro planificando como treparse en la montaña, y de pronto, sin dudarlo, ya encaramado en un árbol, lo escucho gritar sin parar, avisando la señal que sólo él es capaz de ver. “¡Es un gran país de tierra fresca en donde nos podemos plantar!” exclama alegremente.


Pasados los días, nos hemos hecho fuertes, vigorosos y repletos de verdes que cuelgan de nuestros troncos. Somos millones de árboles, le damos brisa, fruto y sombra a la humanidad.


Sonriente, cariñoso, ocurrente y bondadoso. Características de mi abuelo que no puedo olvidar. La última vez que lo vi estaba rodeado de naturaleza, me presentaba ante sus amigos y enseguida los ojos se le llenaban de orgullo. Caminamos largo rato sobre la grama y a veces el monte, construía él una casa en la montaña donde parecían coincidir todas sus añoranzas de paz y tranquilidad. Estaba feliz, estaba contento.


¡Salud, abuelo y camarada!

EL ARBOL Y EL HOMBRE SON HERMANOS

POEMA DE MI PADRE


El árbol es esclavo,
el hombre libre;
al árbol lo esclaviza
el pié
y al hombre lo liberta
la cabeza.
Sin embargo, el árbol y el hombre son hermanos.

El árbol es más hijo de la tierra
que el hombre,
porque hunde cada vez más sus raíces
en la entraña de la madre,
mientras el hombre huye de ella
en pesadillas marcianas y lunares.
Sin embargo, el árbol y el hombre son hermanos.

El árbol busca al árbol
para dar sombra a los hombres
y a los otros árboles;
el hombre busca al hombre
para exterminar hombres
y para talar árboles.
Sin embargo, el árbol y el hombre son hermanos.

Cuando el acero
del hachero fogoso
se hunde en las carnes
palpitantes y fibrosas del árbol
para separarlo del rebaño del bosque;
el hombre, en el sangriento campo de batalla
también es separado
del inhumano rebaño del ejército
por la bala enemiga
que le destroza un miembro
o le arrebata la vida.
Entonces, el árbol y el hombre son hermanos.

El árbol al morir
nace de nuevo reencarnado
en el utensilio simple o complicado
que el hombre usa en la vida
desde que nace hasta que muere;
y el hombre –también-, al morir
reencarna en el recuerdo
que deja tras sus huellas.
Por eso, el árbol y el hombre son hermanos.

J.E Ruiz-Guevara

Libro en construcción: Cómo ser Revolucionario y no morir en un Ministerio

Por Yolanda Brito Navarro

Cuando el Che exponía la necesidad de luchar contra el burocratismo, estaba alertando sobre un implacable virus que podía minar las bases mismas de una construcción revolucionaria.

Este flagelo burro-crático también es un obstáculo para avanzar hacia el socialismo bolivariano, y es notable, para quienes en pleno ejercicio de los lineamientos revolucionarios, hacemos vida (o sobrevivimos) dentro de la estructura de un Estado socialista con instituciones burguesas. De allí la idea de garabatear unas líneas para recoger lo que es lugar común en las tertulias interministeriales, las anécdotas idénticas sobre jefes pseudocuartorepublicanos con matices gatopardianos y las prácticas adecopeyanas de los funcionarios del “Poder Popular”.

Es preocupante que mientras formamos una base popular de obreros y estudiantes con un nivel de conciencia de clase como los que tuve el placer de escuchar en la UBV, con motivo de la Conferencia Cimarrones y Juventud Libertaria ; o como los camaradas que abandonan los claustros ministeriales, y se dedican a negocios propios que compaginan con el trabajo comunicacional socialista; sigamos dependiendo de niveles medios obstaculizadores de una construcción de un mundo mejor y posible.

Espero poder rayar algunas páginas con retazos de la experiencia de ser una Mancha Roja en Ministerios burocratizados, y hacerlo con algo de humor, que al fin y al cabo es la energía que evita a los venezolanos caer en suicidios y patologías psiquiátricas. Quizás crear un glosario con los personajes recurrentes que nos atacan a diario, entre los que me arriesgo a perfilar:

1. El Photofinish: nunca lo vemos trabajando, pero siempre aparecerá durante la sesión de fotos con personajes de poder.
2. El Comando Pendrive: funcionario que recaba información de primera mano de varios analistas, la edita y la presenta como propia.
3. El Efectivo Aparente: siempre anda con papeles en las manos, el escritorio lleno, dice que no puede atender al soberano, siempre se queja de que trabaja muchísimo, y no aguantaría una medición de gestión.
4. El Jefe Escuálido Encubierto: dice a vox populi que prefiere trabajar con escuálidos porque rinden más que los chavistas.
5. El Pantalla Roja: personaje que usa la camisa y símbolos rojos como patente de corso, para simular delante de los jefes que es un “cuadro” del proceso.
6. El Amigo: es uno que no necesita credenciales, ni siquiera trabajar, para obtener un puesto con algo de poder. Solo por ser amigo de…

Y pare usted de contar ñero, dirían por La Isla de Margarita, el tema da para mucho, y espero que sea como el socialismo, construcción colectiva, un punto de encuentro en el que nos veremos y descubriremos que nuestras instituciones son como el mundo de Alicia de Lewis Carroll, pero sin sus maravillas; que los pseudorevolucionarios tienen mucho poder y capacidad histriónica sólo comparable con la de los mayores personajes del cine internacional (pasan de un discurso socialista, a tratar a los empleados como el peor de los terratenientes capitalistas); un mundo laboral en el que el Comandante eleva preces por el Poder Popular, los Consejos de trabajadores y estudiantes, por la voz campesina, obrera y originaria, mientras los principales ejecutores dan rienda suelta a su regodeo con el consumismo, el poder y la corrupción.

Quizás y sólo quizás, como todos los procesos benéficos para el ser humano (a pesar del deseo inconsciente de autodestrucción de la sociedad occidental), perviva el proceso socialista alimentado por las bases, que posiblemente relegadas a nichos de resistencia puedan preservar lo alcanzado y protegerlo de los falsos apóstoles que gozan de un ingreso público para lacerar el corazón de la voz de Dios, el Pueblo.

Quedo pues, hecha oídos a sus garabatos, a sus desilusiones superadas, a sus ingeniosas salidas, para seguir siendo revolucionarios en ambientes hostiles (como nuestros Ministerios), a las cuitas ahogadas en el cuello para no incitar a los jefes a “botarnos por opinar”…. Espero que transcribir nuestras experiencias (noveladas, no sea que en verdad nos despidan), las autocríticas, las soluciones y los sinsabores pueda servir como siempre para mostrar de que estamos hechos, del ingenio del barro de una Tierra de Gracia, sin sangre de horchata en las venas, con roja flama en los ojos y un espíritu hacedor de visiones.

No basta criticar, necesario es actuar.
Quien no hace nada, debería ser capaz de callarse.
(Dos frases de mi arsenal particular)


yolandambrito@gmail.com