Para Leo Íbamos hacia el pie de monte y a mi Padre
le pareció sentir entre los surcos un olor a fango
son frutas de este tiempo
en los campos de Atenas durante la primavera
le digo
y él alza una mirada centinela hacia
las nubes y en segundos monta el campamento
porque aquí en el monte nada nos hace libres
y si estuviera el vergel allá arriba
puede haber una emboscada
en el nidal de las orquídeas
lo mejor es apuntar este presagio
con un arcabuz hijo
dame el rifle
pásame el fusil
y aguárdame en el follaje
De pronto crispa sus manos
Hace una señal
descendemos
de vuelta a casa
Y si esta noche vienen a buscarnos
saltaremos entre las vigas
a romperles el alma
Son gente a las que hay que tratar como alimañas
pásame el fusil
alcánzame el bastón
tal vez las armas de fuego no sirvan para nada
dame tus cuchillos
cuida de tu hermano
no permitas que te acorrale el cansancio
ni hables de las frutas de Grecia con nadie
Esa noche
toda la noche
las estrellas el agua los grillos los mirlos
el viejo campanario las gaviotas
aquella mujer que no habla
un niño echado de rodillas
otra mujer hablando sola
la misma mujer mirándonos desde la pila
los sudores las piedras rasguñando el alba
el estero las estrellas coaguladas
esa noche
toda la noche
una canción lejana
un gemido proveniente del refugio del mendigo
una bandada de pájaros surcando el espacio caliente
esa noche
toda la noche
se desparramó la primavera
y ya están aquí Viejo
toma el arpón de mi abuelo Padre
sacudeles los huesos Camarada
yo te guardaré las últimas estampillas.
Buenos Aires, 2O agosto 2OO6